CAPITULO 9.-
A.- OBJETO DE LA EVALUACIÓN.-


La evaluación de la enseñanza, como lo hemos visto por las varias formas de exámenes y pruebas, no corresponde al propósito perseguido. Los exámenes son a menudo una pavorosa prueba a la cual se invita al alumno a someterse.

Con demasiada frecuencia, como ya se ha dicho, esos exámenes consisten en pedir al alumno que reproduzcan o recite cierto número aislado de hechos sin referencia alguna a otras relaciones. En lugar de ayudar al maestro y al alumno a cumplir su respectivo cometido, los exámenes aumentan a menudo la confusión y el desaliento. Una prueba que deja al alumno y al maestro consciente de que los resultados son insuficientes en ciertos aspectos, carece de valor, a menos que sirva de estímulo para el logro de una mayor actividad que contribuya a mejorar esa situación.
A veces se les proponen a los alumnos ejemplos de pruebas realizadas por otros, mostrándoseles las altas clasificaciones alcanzadas por los tales, lo cual de poco o nada sirve para el logro de los deseados objetivos concernientes a la enseñanza. El empleo de tales pruebas o de otros medios de comprobación, puede que no sólo sean inútiles como recurso de perfeccionamiento de la enseñanza, sino que sean (y frecuentemente lo son) positivamente perjudiciales. Y esto es tan cierto tratándose de la enseñanza del Curso Preparatorio como de la escuela dominical.

El verdadero fin que se persigue al comprobar los resultados de la enseñanza es ayudar a los alumnos a lograr los anhelados objetivos. De ahí que los medios que se empleen habrán de ser de tal naturaleza que revelen el grado de progreso alcanzado por los tales en sus actividades durante la clase, e indiquen qué medios deberán utilizarse para mejorar el trabajo del alumno y del maestro.

Habiéndose ocupado este último en las actividades de la clase para que los alumnos adquiriesen pericia, inteligencia y actitudes específicas, debe averiguar diligentemente qué resultados se obtuvieron e interpretarlos de conformidad con los objetivos que se tuvieron en vista, y preguntarse: ¿Se ha enriquecido y ha madurado la anhelada inteligencia? ¿Se ha manifestado las apetecidas actitudes en la conducta diaria?