CAPITULO 9.- INTRODUCCIÓN
LOS MAESTROS DEBEN SOMETER A PRUEBA SU ENSEÑANZA



Un cazador salió una vez a cazar. Más tarde, se le preguntó si había cazado algo. – No sé – dijo – apunté y tiré a siete patos, pero no me tomé la molestia de ver si había muerto alguno. Huelga decir que nadie creyó en la habilidad de ese hombre como cazador.

Hay muchos maestros de escuela dominical que se parecen a ese cazador, es que apuntan y tiran, pero no se toman el trabajo de ver si acertaron a algo. Los tales, en aras de ayudar a sus alumnos a aprender, hacen planes con ese fin en vista, se esfuerzan porque tengan éxito, pero de ahí no pasan, no se toman el trabajo de verificar si han logrado su objeto.

La única forma de averiguar eso es sometiendo aprueba su enseñanza, es decir, medir los resultados. Los educadores pueden hacer eso “evaluando (fijando el valor de) la enseñanza”.

Someter a prueba los resultados del trabajo realizado por el maestro y los alumnos constituye una de las fases más importantes del proceso de enseñar y aprender. Y esto es tan aplicable al trabajo de la escuela dominical como al de cualquier otra escuela. sin embargo, los exámenes, las pruebas y los otros medios de evaluación, tan comúnmente usados en las escuelas públicas, muy poco se han utilizado en las escuelas dominicales. Por regla general, unas cuantas preguntas cuyas respuestas se reducen a la recitación de los hechos de la lección, constituyen el único medio de averiguar los resultados de la enseñanza.

¡Cuán grande sorpresa no recibirían muchos maestros al descubrir, mediante una sencilla prueba de su trabajo, cuan poco habían aprendido sus alumnos como resultado de su enseñanza. Sin embargo, dada la importante empresa que el maestro tiene por delante, cual es la de dirigir el crecimiento de sus alumnos, es su obligación apreciar constantemente, por todos los medios a su alcance, el trabajo realizado a la luz de los objetivos dados a conocer.

En todas las etapas de la vida, comprobamos a cada paso nuestra posición, nuestra condición y nuestro progreso. el marino, por ejemplo, hace frecuentes sondeos para averiguar la profundidad de las aguas por donde ha de dirigir su nave, comprueba con regularidad su posición, observando las estrellas, observa y registra cuidadosamente el estado del tiempo, estudia la condición de su barco y la de la tripulación y lleva un minucioso diario de navegación a fin de llegar sano y salvo al puerto del destino. No menos importante es para el maestro de escuela dominical comprobar a cada paso su enseñanza mientras dirige a sus alumnos por el camino de la verdad.