CAPITULO 6.-
E.- CLASIFICACIÓN DEL INTERÉS.-


Se han hecho numerosas clasificaciones del interés. Tomando por base lo que se ha denominado interés instintivo, puede hacerse una lista de aquellas cosas que despiertan interés:
- Interés o predilección por las aventuras y lo novelesco.
- Interés en los actos de las personas y en los movimientos de los animales
- Aspiración al aplauso social
- Gusto por el ritmo, la ritma y el canto
- Inclinación a lo curioso, lo admirable, los acertijos y lo problemático.
- Afición a lo expresivo y lo comunicativo.
- Interés en las actividades físicas.
- Afición a coleccionar.
- Gusto por los juegos burlescos o imitativos
- Inclinación a los juegos

El maestro, al estudiar su clase, ya se individual ya colectivamente, puede usar esta lista como base para verificar y anotar sus observaciones.
Una constante observación, que puede requerir muchísimo tiempo, es necesaria a fin de averiguar cual se el interés peculiar de los individuos de un grupo determinado.

Muchos excelentes maestros suelen hacer una lista o inventario de las inclinaciones que descubren en los alumnos de su clase, a medida que los van observando. Esas listas constituyen valiosas fuentes de consulta para cuando tengan que formar los planes de sus lecciones. Y como esas inclinaciones experimentan constantes modificaciones, debido al ambiente en que cada alumno se desenvuelve, el maestro deberá revisar constantemente sus inventarios y rehacer sus planes. Algunos sucesos de actualidad de interés común en la comuna, algún desusado acontecimiento en la familia, algún relevante suceso y otros mucho incidentes semejantes, encierran intenso y estimulantes interés.

El maestro sagaz ha de estar constantemente alerta para descubrir semejantes condiciones y echar mano de ellas para la realización de propósitos realmente dignos, en beneficio de sus alumnos, a fin de ofrecerles actividades cuya ejecución los lleve a aprender lo que él se propone que aprendan.

Para utiliza el interés es preciso que el maestro haga planes susceptibles de modificaciones, en efecto, no se los ha de hacer completos de antemano para luego aplicarlos rígidamente. Supongamos, por ejemplo, que uno trata de enseñar la lección señalada para ese día a un grupo de intermedios que asistieron el día anterior a un circo. Imagínese el esfuerzo que tendrá que hacer ese maestro para enseñarles esa lección, por lo demás excelente, si no puede utilizar el interés que arde en esos chicos por lo que vieron el día anterior. Porque es claro que ellos querrán hablar de lo que vieron en el circo, aunque no le guste al maestro. Ahora bien, ¿qué es lo que conviene hacer en ese caso? Encaminar de tal forma la discusión que se logre algún importante objetivo.

Tratándose de alumnos de más edad, el interés inmediato es de menor importancia, por más que aun tiene que constituir la base indispensable de la enseñanza.

A los alumnos maduros, como su interés lo tienen concentrado en las verdades bíblicas, puede llamárseles la atención al contenido de algún pasaje escritural selecto y tratar deliberadamente de aprender los hechos que a él se refieran así como las verdades que contenga. Pero aún así, el maestro ha de dirigir la discusión a fin de que tenga algún interés específico para los integrantes de la clase.

Los auxilios para el estudios de la lección preparados para los maestros les brindan a éstos valiosas sugestiones para relacionar la lección con el interés de los diversos departamentos.

Por consiguiente, siempre que un maestro comience a planear la lección, muy bien hará en estudiar los “auxilios”, a fin de dar con alguna forma de comenzar la clase, partiendo del conocimiento que tenga tocante al interés de los alumnos.